Por Jorge Luis Scherer
Las carteleras cinematográficas, repletas de títulos sobre héroes y triunfadores, en las guerras y la vida, cada tanto, suelen anunciar historias de inconformistas, tipos con mala suerte, desclasados, buscavidas, marginados. En estas sociedades exitistas, como la nuestra, la creencia es que los “perdedores”, son sólo eso, y evitarlos es más saludable. Sin embargo, son las historias de perdedores las que nos hacen pensar sobre este mundo y las sociedades que nos tocan en gracia o sin ella. En los últimos meses, Ken Loach , en su magnífica “Yo, Daniel Blake”, puso en escena a un hombre común, un carpintero, con problemas de salud, enfrentándose al abrumador sistema burocrático del Reino Unido, tan solo para conseguir una pensión o un trabajo de subsistencia. También, recientemente, un maestro en historias de perdedores, Aki Kaurismaki, nos deleitó con “El otro lado de la esperanza”, y tuvo a su antihéroe en un refugiado de Siria, que como polizón en un barco arriba a Finlandia, y otra vez es la inhumana burocracia la que da las patadas de despedida, mientras que los grupos racistas, que pululan en todos los continentes, proceden con sus conocidas prácticas de exterminio. No cabe duda, que el perdedor más querible en la historia del cine fue Chaplin, su mezcla de vagabundo hambriento pero con sueños, ilusiones, y un corazón enorme entregado a los que están un peldaño más bajo que el suyo, hizo lagrimear, reír y también pensar a millones de cabezas en títulos como “El pibe” “La quimera del oro” , “Tiempos Modernos” o “Luces de la ciudad”. Pero cuando alguien desafía el triunfalismo hipócrita, como lo hace el joven Colin Smith (Tom Courtenay) en “La soledad del corredor de fondo” (1962), se alza la bandera de los que luchan del lado de los perdedores. ¡ Qué momento!, Colin, el muchacho internado en un reformatorio, está a pocos metros de llegar primero a la meta en la carrera, y de pronto sus pies ligeros se detienen porque no quiere llegar, sabe que si gana sus convicciones pierden. Y van más de cincuenta años en que esta secuencia golpea al espectador acostumbrado al aplauso fácil y ruidoso, el resto de los pensantes, aceptan el reto en silencio y con el pecho agrandado.
A principios de 2014, tuvimos la suerte de ver un road movie de perdedores, “Nebraska”, otro capricho de Alexander Payne, quien dijo : “Lo que quiero es filmar de manera hermosa la banalidad”. Gentes mediocres, frustradas, y en blanco y negro. El actor Peter Falk, profundo admirador de John Cassavetes, comentaba que a John no le interesaba filmar la maldad del hombre, sino su debilidad. Y es muy cierto, porque Cassavetes estaba convencido de que “el hombre es un Dios en ruinas” y sus personajes son perdedores porque nuestra cultura no está hecha para saber cómo manejar las vidas humanas. Y con Cassavetes surge también una perdedora, Gena Rowlands, en una actuación memorable en“Una mujer bajo influencia”.
Neddy Merrill (Burt Lancaster), no era joven ni mucho menos, pero parecía tener la esbeltez de la juventud. Neddy, se había propuesto volver a su casa nadando, lo curioso es que ningún rió o lago existía en esa dirección. Neddy, quería hacerlo cruzando a nado por todas las piletas del condado que estuvieran en el camino a su hogar, donde supuestamente lo esperaban sus niñas y su esposa. Cuando llega, está aturdido, agotado. Golpeó la puerta, trató de forzarla, después, mirando por las ventanas, vio que el lugar estaba vacío. Frank Perry, dirigió “El nadador”(1968) en una adaptación del cuento de John Cheever, que había escrito pocos años antes, para trazar un momento crucial en la vida de este perdedor y hacer una crítica mordaz a esos millonarios de las piscinas, fieles representantes de la sociedad opulenta norteamericana de los 60. Esa misma sociedad que, durante el macartismo, hizo que Orson Welles, exclamara que esa clase de gente es la que “traiciona y delata a sus amigos para salvar sus piscinas”.
En las cinematografías europeas, es muy común encontrar historias de perdedores. Hoy, como ayer, el cine polaco, húngaro, checo, rumano, etc., trata diversas temáticas a partir de hombres y mujeres golpeados por la vida, y lo hace con un alto nivel actoral, de estilo y estéticas muchas veces sorprendentes. El Neorrealismo italiano hizo escuela en el mundo con sus historias de perdedores, pensemos en “Umberto D” y“Ladrón de bicicletas”, y también recordemos “La Strada” de Fellini, y a muchos personajes de Truffaut en la cinematografía francesa.
Jóvenes Buscavidas
Rico “Ratso” Rizzo, tal vez el mejor personaje interpretado por Dustin Hoffman en su larga carrera, es un callejero timador que busca dinero fácil, y arrastra una tuberculosis que lo tiene a mal traer. Un día, Ratso va a unirse con un texano, algo ingenuo, que también debe subsistir en la gran ciudad, se llama Joe Buck (Jon Voight,) y de vaquero domador en su lejano oeste, pasa a ser un gigoló de poca monta. La dirigió el británico John Schlesinger, y este muy buen filme, aunque pasen los años, es de 1969, se tituló en la Argentina “Perdidos en la noche”.
A Paul Newman , le encantaba hacer personajes marginales, inconformistas. En la década del 60 tuvo tres grandes actuaciones como el joven perdedor, el que no quiere adaptarse a una sociedad que lo rechaza. ” El buscavidas” (1961) fue la primera de ellas. Luego, bajo la dirección de Martin Ritt, se lució en “Hud” (1963) y en 1967 compuso el papel del presidiario Luke, condenado a trabajos forzados, en “La leyenda del indomable”(1967) dirigida por Stuart Rosenberg. Luke , es un inadaptado para la sociedad, pero causa admiración en sus compañeros del presidio, Luke es el loco lindo o el corajudo que se enfrenta a la autoridad, a los sádicos guardianes, es el que mantiene viva la llama de fugarse y ser libre. James Dean, en la gran película de Elia Kazan “Al este del paraíso” (|1955) basada en la novela de John Steinbeck, interpreta a Cal, un muchachito dolido porque su padre (Raymond Massey) tiene preferencia por Aron, su hermano mayor. Años atrás, la madre los había abandonado, pero Aron no solo obtiene el amor de su padre, sino que también recibe las caricias de Abra (Julie Harris) su dulce y bella novia. La naturaleza humana de Cal, lo convierte en un perdedor en cada uno de sus intentos por hacer algo. En “Rebelde sin causa (1955) dirigida por Nicholas Ray , y en su último filme, “Gigante” de George Stevens, también es un joven digno de compasión. En “Gigante”,Jett (James Dean) llega a encontrar petróleo, el ex empleado de Benedict (Rock Hudson) se convierte en un hombre rico y le refriega su nueva condición a su antiguo patrón, pero no puede tener lo que más desea, a Leslie (Elizabeth Taylor), la esposa de Benetict.
Las víctimas de Billy Wilder
En “El ocaso de una vida”(1950), la historia comienza por el final, y la voz en off que se escucha es la del muerto que está flotando en la pileta de una mansión, toda una audacia para aquellos tiempos, en un guión que se llevó el Oscar. El nombre del difunto parlante es Joe Gillis (William Holden) , un guionista fracasado y en bancarrota, que por esa cosas del destino, recala sin quererlo en esa mansión que más tarde lo llevará a un final inesperado. Norma Desmond (Gloria Swanson),la dueña de la oscura mansión, es una estrella del cine mudo que sueña con su regreso triunfal a la pantalla. La Desmond tiene una historia para su próxima película, y la llegada de Joe, un guionista de Hollywood, le parece una bendición del destino. Joe le dedica día y noche a la escritura, y las necesidades de ambos, aunque diferentes, los convierte en amantes. Celos, desplantes, egos y odios se van acumulando, Joe, el perdedor en la vida, continuará siendo un desconocido una vez muerto. Mientras la diva Desmond pedirá más luces al célebre director Cecil B. DeMille, mientras la policía espera que se apague la cámara.
En “El Apartamento” (1960), Billy Wilder cuenta con dos grandes actores para los papeles principales: Jack Lemmon, que va a personificar a C.C. Baxter, un empleado de seguros que tiene un modesto departamento que lo presta a sus jefes para aventuras amorosas, especulando que gracias a ello va a obtener algún ascenso. Y el otro personaje importantísimo es el de la ascensorista de la compañía de seguros, interpretado por Shirley MacLaine. De ella se enamora el mojigato de Baxter, pero su corazón estalla cuando uno de sus jefes la lleva a su departamento porque es su amante. El filme se llevó 5 premios Oscar, entre ellos : película, dirección y guión original.
Los Machos también saben perder
John Wayne, el macho por antonomasia del cine norteamericano, en la estupenda película de John Ford “Un tiro en la noche”(1962) se convierte en un perdedor, pasándole toda la suerte a Ranson Stoddard (James Stewart). Resulta que en el pueblo Shinbone, el valeroso Tom (Wayne), tenía todo para ganar en la vida. Estaba construyendo su casa porque estaba de novio con la hermosa Hallie (Vera Miles) y pronto se casarían. Pero un día llega al pueblo un joven e inexperto abogado, y en poco tiempo conquista la estima de la gente y también de Hallie, situación que pone celoso a Tom. Pero la paz en el poblado no era permanente, cada tanto aparecía el forajido Liberty Valance (Lee Marvin) que hostigaba a todo aquel que se le cruzara en el camino. Cuando enfrenta al joven Ranson , la cosa termina en una cita para un duelo a pistola. Se encuentran por la noche, Ranson no sabe manejar el arma, pero cuando iba a convertirse en cadáver, un disparo atraviesa la frente de Liberty Balance, y Ranson se convierte en un héroe. Muy sentido por haber matado a un hombre, Ranson recibe la confesión de Tom, de que el disparo salió de su rifle porque si no era hombre muerto. La leyenda lo convirtió a Tom en un héroe, “el hombre que mató a Liberty Balance”, eso le otorgó un importante ascenso político, pero ahí no terminó la cosa, también se quedó con Hallie.
Martin Riggs, es el personaje que asume Mel Gison en la serie de filmes de “Arma Mortal”, dirigidos por Richard Donner. En la primera de ellas, año 1987, Riggs, al haber muerto su esposa en un accidente, arriesga permanente su vida como buscando el suicidio. En la número 2 , se enamora de una chica y todo indica que comienza a rehacer su vida, pero unos asesinos sudafricanos la matan, y cuando intentan liquidarlo a él, confiesan que lo de su esposa no había sido un accidente, sino que la habían asesinado. La venganza no lo sacará de perdedor, pero hará un poco de justicia.
¿Perdedores o triunfadores?
Desde pequeña, Maud Dowley, padeció de una artritis aguda con deformaciones en pies y manos, las que se irían acrecentando con el tiempo. Sin embargo, buscó tener una vida independiente, valerse por sí misma en ese pueblito de Nueva Escocia (Canadá), donde vivía con su tía. Como sirvienta va a trabajar a la casa de un malhumorado vendedor de pescados, y luego de un tiempo se casará con él. Pero el deseo mayor en la vida de Maud era pintar, y cosas tan comunes como las que veía todos los días: pájaros, flores, ciervos, casitas coloridas. La técnica empleada era muy rudimentaria, la había aprendido de su madre, cuando juntas pintaban tarjetas para las navidades. Pero resulta que sus cuadritos empezaron a venderse, y alcanzó a gozar de cierta fama, convirtiéndose en una representativa artista folk. Hace muy poco, se estrenó en Buenos Aires un muy buen film sobre su vida, titulado “Maudie “(2016) con la dirección de Aisling Walsh, y con un trabajo extraordinario de Sally Hawkins como Maud, acompañada por Ethan Hawke, en el papel de su esposo. Y la pregunta ¿perdedores o triunfadores?, cobra aquí un lugar especial. Maud, que sufrió el rechazo y la burla, que fue tratada por su familia como una inútil tan solo por sus deformaciones físicas, consiguió en los últimos años hacer lo que quería, desarrollar su vocación , y de alguna manera ser feliz. Murió sonriente.
Artículo de Jorge Luis Scherer-periodista, profesor de literatura y cine- para Ultracine.