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«La guerra silenciosa»: Luchando por lo que corresponde

Stéphane Brizé encara una película impactante, apasionante y excepcional en su realismo sobre la lucha de unos obreros amenazados por el cierre de su fábrica.

«Quien lucha puede perder; quien no lucha ya ha perdido». Con esta cita de Bertolt Brecht arranca «La guerra silenciosa», el nuevo trabajo de Stéphane Brizé, presentado a concurso en el 71º Festival de Cannes. El cineasta nos sumerge, en efecto, en pleno corazón de una batalla vital, en el choque violento de la realidad de las existencias humanas y de la doxa económica mundial de la rentabilidad.

Uno de los grandes talentos incuestionables de Stéphane Brizé es su capacidad para restituir a la perfección, bajo la forma de ficción novelesca, lo que bien podría ser carne de documental. Ese sorprendente realismo ya lo vimos en la película «El precio de un hombre» y con «La guerra silenciosa» adquiere una dimensión épica, con esas escenas multitudinarias (que alterna con reuniones restringidas de enfrentamiento táctico entre los representantes de los asalariados y los poderes económicos y estatales).

Sinopsis:

Hace dos años, la fábrica Perrin, conocida en la industria automovilística y perteneciente al grupo alemán Schäfer, llegó a un acuerdo para que sus trabajadores aceptaran un importante recorte salarial con el fin de salvar la compañía y prometiendo a cambio proteger sus empleos durante al menos cinco años.

En la actualidad, y pese a haber obtenido grandes utilidades, la compañía ha tomado la decisión de cerrar. Con el acuerdo incumplido, los 1.100 empleados, animados por Laurent Amédéo, se niegan a aceptar esta brutal determinación y harán todo lo posible para que la empresa respete lo acordado.