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«Afterimage», la frontera entre el arte y la política, en la última obra de Andrzej Wajda.

Por Jorge Luis Scherer

 Wladyslaw Strzeminski,  el gran artista, el profesor de Historia del Arte  que causa admiración en sus jóvenes alumnos, se encuentra frente a una tela virgen, la que seguramente iría a convertirse en un  nuevo cuadro de vanguardia. La observa detenidamente, ya imagina formas y colores en su superficie mientras el pincel espera ser impulsado. De improviso, la tela, el ambiente, todo se tiñe de rojo, afuera, otra tela, como una  inmensa sábana, descomunal, en un rojo vivo,  está siendo levantada en el frente del edificio, y la cara de Stalin cubre el centro. Strzeminski,  no soporta que interrumpan su trabajo, se acerca al ventanal y con una de sus muletas hace un tajo en el cartel, y la luz clara vuelve a entrar en el departamento. El filme, imprime el año de 1948 en esta secuencia del último filme de  Andrzej Wajda, y es crucial, porque va a marcar el comienzo del calvario de Strzeminski , este creyente de las libertades individuales que  en medio de un régimen totalitario terminará su vida cuatro años después, hambreado, desprovisto de sus medios de subsistencia,  y con una tuberculosis galopante.  Y así,  la sufriente Polonia, a poco de terminada la segunda guerra mundial, proseguía con su destino histórico de pueblo desgarrado. El espíritu totalitario del estalinismo  tenía como uno de sus objetivos la reducción de la vida a la política y de la política a la propaganda. Wajda, el realizador cinematográfico más importante  que tuvo Polonia, el que durante sesenta años fue abriendo ojos y susurrando al oído de su gente, contando a las distintas generaciones  que se ese pueblo castigado tiene identidad y un pasado glorioso, presenta a su pintor favorito, y figura clave de la vanguardia artística de Polonia del siglo XX, como un símbolo de las libertades y de resistencia al poder. “Afterimage” (Powidoki, en su idioma original)  puede pensarse en castellano  como “imágenes residuales”, fue ovacionada de pie en el Festival de Gdynia, esto sucedió sobre fines de setiembre del año pasado, once días después, Wajda, de 90 años, moría en su tierra.

IMÁGENES RESIDUALES

   Strzeminski, enseña en la Escuela Nacional de Arte de Lodz, su mayor prestigio es haber creado la teoría del “unismo”, y esa rica historia de haber sido  amigo y compañero de Malévich, de Kandinski, y también de Chagall.  Un día, su clase es interrumpida porque el ministro de Cultura va a dar una charla, y es obligatoria la presencia de todos. “El artista debe servir al pueblo- enfatiza el funcionario-  darle alegría, no tristeza. El realismo socialista es la lucha contra el cosmopolitismo y el servilismo a la cultura occidental”. Así comienza, y prosigue:”El partido defiende el realismo socialista, necesitamos rebelarnos contra el arte formalista, que carece de ideología y está contra el pueblo”. Strzeminski, no aguanta más, se pone de pie e interrumpe al ministro: “ministro, el arte es un laboratorio de formas, en el arte lo único que importa es que se trazan caminos para nuevas formas. El arte nuevo exige respeto, ustedes están tratando de eliminar la frontera entre el arte y la política”.  En marzo de 1951, Strzeminski, es expulsado de esa escuela de arte que él mismo ayudó a fundar. Los cargos: acusado de promover el formalismo puro en un tiempo en que el arte debe estimular a la sociedad. Luego le retirarán la membresía en la Asociación de Artistas, y sin el carnet de habilitación tampoco puede comprar telas y pinturas. Su libro “Teoría de la Visión” es prohibido en los claustros, y sus cuadros son destruidos en una exposición. En la famosa sala Neoplástica de Lodz,  son retiradas del público sus pinturas y también  las de su ex –esposa, la artista Katarzyna Kobro. Cuando Wajda comenzó a trabajar en este proyecto, su idea era hacer que el filme fuera sobre esta pareja de artistas (el final de ella también fue tormentoso), pero la mala relación de la pareja haría que el filme derivara en otras situaciones y se perdiera el objetivo. Sin embargo, ellos tuvieron una hija, Nika, que en la película tiene un papel destacado, dado que durante un tiempo convive con su padre. En uno de los pasajes, Wajda , muestra el desagrado de Strzeminski cuando su niña tiene que estudiar para la escuela un verso de gratitud a Stalin y al PC por todo lo que le dan al pueblo, una práctica frecuente de los gobiernos totalitarios en muchos lugares del planeta.

 Resulta tan fuerte la personalidad de Strzeminski, magníficamente interpretado por Bogualaw Linda, uno de los actores favoritos de Wajda, que me he olvidado de contarles, para los que no lo saben, que Strzeminski era un lisiado, un hombre que había perdido un brazo y una pierna durante la Gran Guerra.  La muerte del artista, en el filme de Wajda, es tan simbólica como la explicación que da a sus alumnos sobre las imágenes residuales: “Cuando dejamos de mirar un objeto y desplazamos la mirada a otra parte, una imagen residual del objeto queda en la retina.  Un rastro del objeto con la misma forma, pero de un color opuesto”. Strzeminski va a morir en un salón, entre maniquíes. En Polonia, los que iban en dirección contraria no eran llevados a Siberia, como era frecuente  en Rusia, así va a señalarlo  el comisario político que sigue los pasos del artista disidente, pero en la égida del Estado polaco, los declarados sospechosos de culpabilidad,  se quedan sin voz. No existió nadie mejor que Kafka para contar estas situaciones. En la escena en que su amigo el poeta Julian Przybós lo visita en su departamento, y le lleva un poco de café, le dice que tendrían que tomar en cuenta el consejo de Czelaw Milosz (en 1980 ganaría el Premio Nobel de Literatura)  que si un poeta no puede hablar con voz completa, debe quedarse en silencio.

LA POLONESA DE WAJDA

   Cuando murió Chopin, los patriotas polacos despedazaron su cadáver y le quitaron el corazón para enterrarlo en Polonia. Wajda, sabía que su país siempre estuvo condenado al exilio, Gombrowicz, vivió 23 años en la Argentina y seis en Francia, pero siempre escribió en polaco y los personajes de sus novelas son polacos.  Joseph Conrad, el autor de su juventud, escribió sus novelas en inglés, pero sus ideales románticos eran bien polacos, era polaco hasta la médula. Afuera, se decía que Wajda era más polaco que Bergman sueco y Fellini italiano, y tal vez por eso le fueron negando premios internacionales.  Pero todo llega, su cine tildado de extremadamente nacional, y aunque él mismo lo refrendara: “Mis películas son, ante todo, películas polacas, hechas por un polaco, para polacos”, obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes por “El hombre de Hierro”(1981), y en el año 2000 recibió el Premio Oscar Honorario, de las manos de Jane Fonda, otra luchadora por los derechos humanos, mientras el auditorio aplaudía de pie, como sólo sucede con los muy grandes. Parafraseando a Tolstoi: “Describe bien tu aldea y serás universal”, es como hizo Wajda, Bergman, Fellini , y muchos otros sabios de sus lenguas.

WAJDA, EL HOMBRE POLÍTICO.

 Walesa, hombre de esperanza (2013), fue su película más difícil porque el personaje estaba vivo. A muchos biógrafos le sucede lo mismo, Borges aconsejaba dejar pasar varias décadas para tener una visión definitiva de un personaje histórico en cualquiera de sus actividades.  Pero para Wajda, Lech Walesa representaba demasiado como para dejar pasar el tiempo. “El hombre de hierro”, lo había rodado con el espíritu del Sindicato Solidaridad, Walesa era el hombre que pedía la supresión de la censura en Polonia, el que volvió a darle un sentido profundo a los símbolos patrios, como la bandera y el himno. En “El hombre de mármol” (1976), que precede a  “El hombre de hierro”(81), el personaje es Mateusz Birkut, un trabajador que es muerto en la represión de 1970 en los astilleros de Gdansk. Birkut era un hombre nuevo, que se resiste a las mordazas, como el pintor Strzeminski, que solamente  puede decir la verdad. El actor Jerzy Radziwilowicz, es el intérprete principal en los dos filmes, en el primero como Birkut y en el siguiente como el hijo de Birkut, un líder en los astilleros navales, que retrotrae los episodios terribles causados por la milicia al reprimir a los obreros. Epoca que Wajda trata con severidad, por la tibia actuación de los intelectuales que se negaron a apoyar al movimiento obrero. En una entrevista, el cineasta había señalado que “el marxismo nos ha enseñado que los intelectuales siempre sirven a la clase dominante”.  Wajda, hijo de un trabajador, y él mismo de joven fue obrero durante varios años, no creía en las películas políticas realizadas por directores burgueses, que no saben examinar a los hombres simples.

   Su primer largometraje “Generación”, muy influenciado por el neorrealismo italiano,  lo dirigió en 1955,  y Roman Polanski era uno de los actores del filme, quien reconoció que esa película fue capital para los jóvenes polacos. Después vino “Kanal” (1957),  y al año siguiente estrenó “Cenizas y Diamantes”, que aunque no fue bien aceptada en Cannes, alcanzó con el tiempo el nivel de obra maestra. La belleza estética de sus planos en blanco y negro, la extraordinaria actuación de quien sería su actor fetiche , Zbigniew Cybulski, mencionado en los medios como el James Dean polaco, por esa mezcla de agresividad y vulnerabilidad que transmitía, y una historia fuerte, desgarradora, situada en mayo de 1945, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, y la oscura pugna de los intereses ideológicos y  políticos, donde el asesinato era moneda corriente. Macielk (Cybulski) es el terrorista de derecha que debe matar a  Szczuka,  un dirigente del partido comunista, pero éste no sabe que su aristócratica  cuñada alberga  en su casa al jefe del grupo que planea su muerte y que su propio hijo es miembro del mismo movimiento. Wajda presenta estos conflictos internos con un realismo inusitado, la Guerra Civil Española ya había dado muestras de la lucha entre hermanos y de padres contra hijos.

 Wajda, fue de esos artistas polacos que comprendieron  que son algo más que autores, asumió un sentido histórico y se politizó ante la injusticia. En “Samson” (1961), plantea la condición del judío perseguido y humillado,  la gravedad del antisemitismo polaco antes de que los nazis lo conviertan en una consigna. En “La tierra de la gran promesa”(1975), adaptada de la novela de Stanislaw Reymont, asistimos al nacimiento de la clase obrera en Lodz, en tiempos del zarismo. Campesinos desarraigados, llevados a las fábricas textiles para ser  explotados como esclavos, vidas miserables, sin leyes protectoras, y la burguesía judía, polaca y alemana enriqueciéndose con la sangre de los pobres. La lucha de clases es inminente.  “La Boda” (1972), está situada a  comienzos del siglo XIX en Cracovia, la ciudad más intelectualizada del país,  pero ahí, muy cerca están las potencias chupadoras de sangre: Prusia, Rusia y Austria. En “El director de orquesta” (1979) vuelve sobre el amor a la patria, al contar la historia de un director de orquesta, que regresa a su Polonia, después de 50 años de exilio, porque sabe que la muerte está cerca. “Dantón”(1982), con guión de Jean-Claude Charriere, Wajda se adentra en las luchas intestinas de los revolucionarios franceses. El enfrentamiento entre Dantón, el hombre sanguíneo y colérico, contra el lúcido, frío y calculador de Robespierre (interpretado magistralmente por Wojciech Pszoniak). “Korczak” (1990) trata sobre los últimos días del pedagogo y pediatra  Janus Korczak, y su afán por salvar la mayor cantidad de judíos de un orfanato durante la invasión nazi a Polonia. Korczak, murió en 1942 asesinado en el campo de exterminio de Treblinka, cuando fue deportado a ese campo, encabezó la marcha silenciosa de 200 niños judíos hacia los transportes que marchaban hacia la muerte. En “Katyn”, uno de sus mejores y más sentidos trabajos,  relata un episodio trágico ocurrido en 1940, durante la Segunda Guerra. Por una resolución de Stalin, la policía secreta rusa ejecutó en los bosques de Katyn a miles de oficiales polacos. Durante años este acto ignominioso no fue descubierto, es más, los rusos se encargaron en culpar a los nazis  de esta masacre. Con este  filme, Wajda hace una difusión masiva de esa mentira contada en la historia oficial, y pone en escena lo que seguramente ocurrió en esas miles de familias que infructuosamente esperaron a sus esposos, padres e  hijos. El acto infame de “los desaparecidos”.

EL LENTO DESHIELO.

   Polonia, fue, entre los países de Europa del Este, el que más se enfrentó contra la estética y las teorías del “realismo socialista”. Aleksander Ford, por entonces el más veterano,  fue el primero en marcar diferencias con los dictados del dogmatismo, y le siguieron Andrzej Munk, Wajda y Jerzy Kawalerowicz, cineastas  muy jóvenes que fueron desmitificación la historia oficial polaca de los últimos tiempo. Munk, murió tempranamente, a los 40 años, pero “Un hombre en la vía”(1956) , fue parte de ese cine en busca de una autonomía nacional. Wajda, es figura de ese lento pero  incesante deshielo, que iba desmantelando  el aparato del estalinismo . Kawalerowicz, convierte la historia de los demonios de Loudon en una metáfora sobre la intolerancia en “Madre Juana de los Angeles”(1961). Pero promediando esa nueva década, la del 60, otra vez aparece un gobierno que dice  buscar restablecer el orden, y  algunas  figuras jóvenes del nuevo  cine,  como Roman Polanski y Jerzy Scolimoski, se marchan en busca de otros horizontes. Sin embargo, la cinematografía polaca, más allá de cualquier régimen político e ideológico comandando el Estado, ha tenido y tiene en sus filas a grandes autores, cineastas que han dejado su impronta y muchos de ellos trascendidos las fronteras, como Krzysztof Kieslowski, realizador del maravilloso “Decálogo”, (1989), trabajo hecho para la televisión polaca que alcanzó amplia difusión en el mundo entero, compuesto de diez capítulos, siguiendo las sentencias de los diez mandamientos cristianos.  Las  últimas realizaciones antes de su muerte, la famosa trilogía de los colores de Francia (Blanc,Bleu y Rouge), ocuparon un lugar destacado en la crítica mundial.  Los viejos y los jóvenes cineastas polacos, como : Agnieska Holland, Krzysztof Zanussi, y el ganador del Oscar por “Ida”, Pawel Pawlikowski, entre otros, trabajan ahora con una libertad que le fue vedada al país por varias décadas, gran parte de esa posibilidad es debida a aquellos artistas, como Strezeminski y Wajda que supieron trazar la frontera entre el arte y la política.

 

 

 

                                                                                                               Artículo de Jorge Luis Scherer-periodista,profesor de literatura y cine- para Ultracine.