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Jean-Pierre Melville y la profunda soledad del Samurái

Por Jorge Luis Scherer.

ELSAMURAI_destacada

Su primer largometraje, “El silencio del mar” (1949), una gran obra filmada en escenarios naturales, en sólo 27 días y a un costo casi irrisorio, inspiró a unos jóvenes críticos de cine que conformarían, una década después, el movimiento de “la nouvelle vague”. Jean-Pierre Melville empezó a ser visto como ejemplo del autor independiente: escribía los guiones, dirigía y producía sus propias películas, y lo hacía con pocos recursos. Todo fue de maravilla con los ex críticos de Cahiers du Cinema cuando se lanzaron a las calles con una cámara. Incluso Melville interpretó el personaje del escritor Parvulesco, en la opera prima de Jean-Luc Godard, “Sin Aliento” (1959). Pero cuando estos talentosos muchachos habían filmado su segunda o tercera película, dijo que eran hijos ilegítimos, que se habían empapado de intelectualismo. Melville realizó trece largometrajes, y su estilo se hizo más fecundo cuando ingresó por la puerta grande en el policial y el film noir. No creía en las escuelas de interpretación y se consideraba el director francés con mayores conocimientos técnicos. Sin embargo, su mayor placer era escribir guiones y editar pero no le gustaba filmar, algo que también sucedía con Hitchcock. Profesaba un verdadero culto por el cine norteamericano: el western era para él la expresión más acabada del espectáculo cinematográfico aunque sentía una gran admiración por los autores del cine negro como John Huston, especialmente por la grandeza de su filme “Mientras la ciudad duerme” (1950). De las películas francesas, comentó que vivió fascinado con el mejor filme de Jacques Becker, “La evasión” (Le Trou- 1959) y que su obra “El último suspiro” (1966) es un homenaje a ese filme maravilloso. A Melville le gustaba usar un sombrero stetson y gafas oscuras, y exhibirse en su Rolls-Royce blanco. Jean-Pierre Melville, muerto en 1973 a los 55 años, fue autor de algunas obras de extraordinarios valores, las que merecen ser recordadas y vistas por las nuevas generaciones.

Ritos orientales en su cine negro

Melville filmando.

Melville filmando.

Los hombres fuertes de Melville son como lobos solitarios en las estepas, aunque en “El Bushido”, el libro de los samuráis, la soledad de los guerreros se asemeja a la figura del tigre en la selva. Sus ojos son perfectos para no distraer la mirada cuando se posan sobre la presa. En la quietud, que paraliza el momento, respiran los olores de la osamenta temerosa. Casi siempre el golpe es certero y mortal, pero estos hombres saben que en el camino del samurái se encuentra la muerte. El cine negro de Jean-Pierre Melville construye un mundo desolado y ahí puso a sus hombres, cercados por un destino inevitable. Hombres de los que no se sabe de dónde vienen, de si tienen alguna moral, aunque la lealtad suele ser el atributo más respetado.

En el universo melvilliano, hay gangsters, policías y malvivientes de poca monta. Desde “Bob, el jugador” (Bob De Flambeur) 1955, hasta su último filme, “Historia de un policía” (“Un Flic”, 1972), solamente dejó de lado las historias policíacas y del hampa en tres películas: “Dos hombres de Manhattan” (1959), y dos filmes que transcurren en tiempos de la ocupación alemana en Francia durante la segunda guerra: “Un cura” (1961), y “El ejército de las sombras” (1969).

Melville comienza con las historias policíacas en el mismo año que el norteamericano Jules Dassin, perseguido en su país por el Comité de Acitividades Anti-Americanas, realiza en Francia “Rififí” (1955), uno de los mejores policiales de la historia, aunque no tenga policías y donde el atraco cometido a una joyería, más allá de los valores cinematográficos, sirvió de modelo para finos ladrones en la vida real. Melville, en “El Círculo Rojo” (1970), vuelve sobre el tema de un audaz atraco a una joyería inexpugnable, donde también hay una gran sofisticación, casi científica, para alzarse con un millonario botín.

"El samurái".

«El samurái».

“El Samurái” (1967) es su mejor película de cine negro. El inicio de la película es un anticipo contundente a un tipo de ritmo que se va a dar como un ritual orientalista. Un plano fijo, general, de una habitación bastante despojada de elementos. Melville, en ese plano de imagen casi estática, rescata una bocanada de humo, que la luz de las rendijas de una ventana lo pinta de azul, humo que parte de la figura difusa de un hombre acostado en la cama. No se escuchan voces ni ruidos callejeros, pero hay un sonido incesante como de olas en una rompiente costera, cortadas en forma intermitente por el piar de un pájaro, que todo hace suponer se encuentra en una jaula que está ubicada en el medio de esa habitación en penumbras. Seguidamente, el hombre va a levantarse, se pondrá un impermeable y mientras se mira en el espejo, acomoda el sombrero pacientemente, y desliza varias veces su mano sobre el ala, mientras observa su mirada fría y acerada. Cuando sale a la calle, no hay mar. Jef Costello, el asesino a sueldo, está en París y va a matar a un hombre que no conoce. Lo ejecuta en el privado de un club nocturno, pero es visto por la pianista negra que hace el show musical. Se miran pero Costello sigue su camino. Ella no lo va a denunciar, en una rueda de identificaciones hace que no lo reconoce. Pero ella va a ser el último encargo de ejecuciones que recibirá Costello por parte del hampa. Esa vez, va a colgar el sombrero en el perchero del club, esa no es la regla seguida, porque los que matan nunca se lo sacan. Cuando la policía lo acribilla a los pies de la pianista, antes de cualquier intento, notaron que el revólver de Costello no tenía balas.

Alain Delon compone al silencioso Jef Costello. Delon fue protagonista en tres películas importantes de Melville. Después de “El Samurai”, interpretó a un ladrón de joyas en “El círculo rojo” (1970) y a un comisario de la policía de París en “Historia de un policía” (1972). La contrapartida de Costello en “El Samurai” es el comisario de París, quien implementará vastos operativos para atrapar al asesino. Francoise Périer -figura sobresaliente del teatro, el cine, y la televisión francesa- tiene una actuación espléndida como el jefe policial. Melville, volvería a convocarlo para “El círculo rojo”, pero en esta oportunidad tiene el rol de un hampón dueño de un nightclub en Marsella.

El prestigioso director de fotografía Henri Decae trabajó en siete filmes de su amigo Melville, a partir de la opera prima, “El silencio del mar”. Son muy destacables sus trabajos para “El Samurai”, “El círculo rojo” y “Bob le Flambeur”, filmada en un excelente blanco y negro, como en el cine negro norteamericano, cuando en Francia se filmaba en gris.

"Bob, el jugador".

«Bob, el jugador».

“Bob, el jugador” (1955). Es otro de los grandes filmes de Melville, autor a su vez del argumento y la adaptación, y con la colaboración del novelista Auguste le Breton para los diálogos. “Nosotros vamos a hacer este cine”, dijeron Truffaut, Chabrol y Louis Malle, al ver esta película. Estaban fascinados con la movilidad de la cámara y el tono documental. Roger Duchesne, quien interpreta a Bob, tenía 50 años cuando hizo este papel consagratorio, tan valioso como cuando compartió cartel con Edith Piaf y Jean-Louis Barrault en “Montmartre Sur Seine” (1941). La personalidad que Duchesne le transmite a su personaje llena la pantalla. El comienzo de “Bob, el jugador” tiene mucho de esos policiales del cine negro norteamericano. Montmartre por la mañana temprano, cuando el sol comienza su batalla con la penumbra, y se ve gente caminando al trabajo, noctámbulos sin destino fijo, camiones regadores que le dan brillo al pavimento, puede parecer Nueva York, Chicago o cualquier otra ciudad populosa. Mientras tanto, en un tugurio todo es noche para Bob, especialmente porque ha perdido su escasa fortuna a los naipes. Cuando sale, la luz le pega en la cara, compra el diario, y se cruza con su amigo el comisario (interpretado por Guy Decomble), y a través de él sabremos que Bob es un tipo derecho desde hace veinte años, cuando terminó de cumplir una pena en prisión.
Bob es un tipo generoso y querido por decentes y truhanes. Siempre está transitando donde hay juego, hasta en su propia casa tiene una máquina tragamonedas. A los 35 minutos del filme surge algo nuevo, cuando está provocando a la suerte en el Casino de Deauville, le pasan la información que en la caja fuerte se guardan más de 800 millones de francos. Y Bob le contagia el sueño a un grupo de amigos y se preparan para el atraco. Un empleado del casino se suma a la idea. Todo está casi listo. Bob les permite que vayan armados pero advierte que a nadie se le ocurra disparar. Pero como siempre pasa en la vida real y en el cine, un amigo de Bob le cuenta a su amante que la va a llenar de joyas y la chica quiere saber más y los enamorados hablan mucho, y un día la muchacha suelta la lengua. Hasta su amigo el comisario empieza a olfatear algo raro y trata de convencer a Bob de que no cometa ninguna torpeza. Pero Bob sueña con las pilas de billetes, y en la noche del robo, espera la hora crucial jugando, y gana a los naipes, a la ruleta, en todas las mesas donde apuesta gana y gana. Ya era dueño de una gran fortuna, cuando mira el reloj y se da cuenta que ya es tarde, que sus compinches están entrando al casino, pero en ese instante también llega la policía.

"El último suspiro".

«El último suspiro».

“El último suspiro” (1966). Antes de ser escritor, José Giovanni fue hampón, extorsionador, colaboracionista del gobierno de Vichy y alcahuete de la Gestapo durante la ocupación en Francia. Terminada la guerra fue a prisión y en 1948 se le condenó a muerte, pero ocho años después le conmutarían la pena y quedó en libertad. Su primera novela “La evasión” (Le Trou), dirigida por Jacques Becker, contaría con su adaptación. Melville, profundo admirador de esta obra, a la muerte de Becker escribió en Cahiers du Cinéma que fue el realizador de “un filme inmenso, en el que se tratan todos los aspectos esenciales del hombre: la dignidad, el valor, la fraternidad, la inteligencia, la nobleza, el respeto y la vergüenza”.

Melville entró en contacto con Giovanni, después de leer su novela “Un Reglement de Comptes”, y le propuso llevarla al cine y que colaborara en los diálogos. “El último suspiro” es una gran película de Melville, con dos grandes actuaciones: la de Lino Ventura, en el papel del delincuente Gus Minda, y la de Paul Meurise, como el comisario Plot. Los seis minutos iniciales de la película, sin ningún diálogo, son de esos que quedan en la memoria por mucho tiempo. Muestra a tres hombres en fuga de una prisión, uno de ellos muere en el intento, pero los otros dos consiguen llegar al bosque y luego subir a un tren de carga. Uno de ellos es Gus, que volverá a su territorio, para hacer lo único que sabe, matar y robar, pero nunca traicionar. La película tiene varias secuencias memorables, como el asalto, en un camino de cornisa, a un camión custodiado por la policía, o las intervenciones del comisario Blot para tenderle una trampa al malviviente Gus, que sin darse cuenta del engaño delata a sus compinches. Pero como buen samurái, tendrá su momento para salvar su honor, aunque le cueste la vida.

Lino Ventura tiene aquí un papel a su medida, como la actuación sobresaliente que tendría en “Los Aventureros” (1967) de Robert Enrico, otra historia de José Giovanni o cuando compartió cartel con su amigo Jean Gabin en “El Clan Siciliano” de Henri Verneuil, también con guión de Giovanni, o esa gran interpretación en “Una mariposa sobre el hombro” (1977) de Jacques Deray. El italiano Lino Ventura, que adoptó a Francia como su tierra, fue campeón de lucha libre antes de iniciarse en el cine. Muchos fueron los papeles donde hizo de matón o policía. Ventura confesó que faltaba poco para que la gente creyera que dormía con un revólver bajo la almohada. Tres años después de “El último suspiro”, volvería a trabajar con Melville en el protagónico de “El ejército de las sombras”, donde compone a un hombre con mando en la resistencia francesa durante la ocupación alemana.

"El círculo rojo".

«El círculo rojo».

“El Círculo Rojo” (1970). “No hay policías sin informadores”, se dice en “El círculo rojo”. Pero además queda a las claras que entre los recursos policíacos está el chantaje, la mentira y hasta el asesinato. André Bourvil compone aquí al comisario Mattei, un ser solitario que vive con varios gatos (los gatos son de Melville) y que en su trabajo es eficiente e implacable. Pero como suele decirse: “al mejor cazador se le escapa la liebre”, a Mattei se le escapa Vogel, un delincuente de peso interpretado por Gian-María Volonté. En forma paralela, el filme muestra a Corey (Alain Delon) un ex convicto, que por esas cosas del destino se encuentra con Vogel en su huída, y lo ayuda. Al comienzo de la película, una frase del Ramakrishna, dice que “dos hombres cuando están destinados a encontrarse, se reunirán en el círculo rojo”. Una vez instalados en París, planean el robo a una famosa joyería en la exclusiva Place Vendome, y para eso suman a Jansen (Yves Montand) un alcohólico que en otros tiempos fue un experto tirador con armas largas, y que su participación es vital para anular de un disparo una alarma a la distancia. El robo termina siendo perfecto. Pero como los buenos comisarios tienen buenos delatores, los tres ladrones son abatidos cuando caen en una trampa al intentar vender las joyas. Y el comisario Mattei, rodeado de cadáveres, piensa en lo que le dijo el jefe de los jefes de policía: “El crimen vive en el interior de todos. Nacemos inocentes, pero dura poco”.

"Historia de un policía".

«Historia de un policía».

“Historia de un policía” («Un flic», 1972). Es la última película de Melville. Alain Delón, quien ejercía un poder hipnótico sobre este director, vuelve a ser su estrella en esta realización. El comienzo, como en casi todas las películas de Melville, es mucho más que interesante. Cuatro hombres, con sus sombreros puestos, recorren lentamente en un auto la avenida marítima de la ciudad balnearia de St.Jean de Monts. Es pleno día, pero nadie está en las calles, las ventanas de los edificios están totalmente cerradas, fuera de temporada de playa parece un pueblo fantasma. Sin embargo, el auto se detiene a unos 100 metros del único lugar que se ve abierto, es el Banque Nationale de París. Se larga una lluvia intensa, y uno de los hombres desciende del auto y se dirige al banco. Poco después lo hará otro, y al rato un tercero. Todos caminan sosteniendo el sombrero porque el viento empuja el agua de lluvia con fuerza. El asalto es convencional, con armas cortas y largas intimidan al personal, pero uno de los cajeros alcanza a disparar sobre uno de los asaltantes, que sale mal herido y es dejado por sus compañeros en una clínica sin identificación. El comisario Edouard Coleman (Alain Delon) es un hombre duro y maneja una red de informantes, entre ellos un travesti que anda con hombres ricos del narcotráfico. La historia de los asaltantes del banco con un embarque de drogas va a ligarse y no solo eso, Simón (Richard Crenna) cabecilla del asalto en la costa y del robo de las drogas a los hampones de la droga, es pareja de Cathy (Catherine Deneuve), quien regentea un club nocturno y es amante del comisario Coleman.

Sombreros y espejos

"Morir matando".

«Morir matando».

En “Morir matando” (Le Doulos-1962) Silien (Jean-Paul Belmondo) recibe un disparo por la espalda. Cuando trata de socorrer a su amigo Maurice (Serge Reggiani), responde con su pistola y mata al atacante, pero él está herido de muerte. Tambaleando se acerca a un teléfono, y le dice a su chica que esa noche no va a ir a cenar. Se mira en el espejo y se acomoda el sombrero, pero la leve sonrisa que esboza no es el último plano del filme, sino el sombrero que cae.

En “El Samurai” hemos visto al asesino Jef Costello mirarse al espejo cada vez que sale de su habitación y asentar el sombrero. Y cuando sabe que va a morir, lo deja en el guardarropa, porque tiene bien en claro que en esa oportunidad no va a usar el arma. Melville, decía: “El héroe de mis películas negras es siempre un hombre armado. Lleva siempre un revólver. Un hombre armado es casi un soldado y por eso debe llevar uniforme. Un hombre que dispara con un sombrero puesto es mucho más impresionante que otro que lo hace con la cabeza descubierta. El porte del sombrero equilibra un poco el revólver en el extremo de la mano”.

Bob, el jugador, también acomoda su sombrero mientras observa que se ha puesto grande. Cuando Gu le dispara al gitano en “El último suspiro”, su cara recorre un largo espejo hasta despñlomarse en el suelo. Los policías de “El Samurai” y de “Historiade un policía”, no llevan sombrero. Cuando la Gestapo secuestra a un mimbro importante de la resistencia en “El ejército de las sombras” (1969), el sombrero queda flotando en la calle, como los hermanos Coen, dejarían que el sombrero fuera llevado por el viento como las hojas de otoño en el bosque en esa estupenda película de gangsters, “De paseo a la muerte”(1990).

A partir de un gran comienzo

"El silencio del mar".

«El silencio del mar».

Cuando niño, su apellido era Grumbach y adoraba el circo. Su padre le había regalado una cámara Pathe Baby, pero él prefirió cambiarla por un proyector y vio todo lo que podía conseguir. Luego diría: “Aprendía a hacer cine, viendo películas”.  Su tío que era amigo de Maurice Chevallier, de Mistinguett y de Josephine Baker, empezó a llevarlo a las funciones de Music –Hall, y todo parecía como que el cine iba a quedar de lado. Cuando los nazis entraron en París, se alistó en la resistencia. Jean-Pierre Grumbach ya se había cambiado el apellido por el de Melville, en honor a su autor literario preferido, que seleccionó de un terceto donde también estaban Poe y London.

En 1946 escribió y dirigió un corto de 18 minutos en homenaje al payaso Beby, que fue filmado en el Medrano Circus y las calles de París. Lo tituló “24 horas en la vida de un Clown”. La siguiente película fue un largo metraje que pasaría a la historia grande del cine: “El silencio del mar”. Melville hizo la adaptación de la novela de Vercors, y para el papel del oficial alemán, Werner von Ebrennac, quien va a vivir seis meses en la casa de un anciano y su sobrina durante la ocupación alemana en Francia, eligió al actor suizo Howard Vernon, quien se convertiría en un gran amigo del director. Nicole Stéphane interpretaría a la sobrina y Jean-Marie Robain al tío. Durante los meses que el oficial pernocta en la casa, recibe solo indiferencia. La joven y su tío guardan un mutismo sepulcral, mientras que el oficial monologa en voz alta sobre la importancia de la cultura, sobre el rol de Francia en el arte mundial y relata historias como el cuento “La bella y la bestia”. El hombre además compone música y le gusta tocar música de Bach. Pero nunca se detiene, cada noche intenta vencer la barrera del mutismo y los comprende:”Tengo gran estima por la gente que ama a su patria”. Pero este soldado cuando está con los suyos, se entera que el propósito de ellos, los invasores, es el de doblegar a Francia, destruir su cultura. Entonces siente que es parte de una traición, pero nada puede hacer, le designan un nuevo destino en el frente. Esa noche se despide de la joven y su tío, como lo hizo cada noche durante seis meses, sin tener respuesta. “Les deseo buenas noches” fue la frase que nunca tuvo respuesta, pero esta vez el hombre agregó un “adiós” y la joven alcanzó a murmurar un adiós. A la mañana el soldado va a partir, pero los otros ocupantes de la casa no están, solamente un libro sobre la mesa, un libro escrito por Anatole Frances y una página marcada. El hombre lee: “Viva el soldado que desobedece una orden criminal”.

Realizar cualquier largometraje en Francia costaba 50 millones de francos., Melville la produjo con tan solo seis. El propio autor de la novela, Vercors (Jean Bruller), ofreció su casa de campo para el rodaje. Su siguiente película fue “Los niños terribles” (1950), adaptación que hizo Melville de la obra que Jean Cocteau publicó en 1929 y que para la película, el consagrado poeta, intervino en los diálogos y es su propia voz la que narra los hechos. Nicole Stéphane, la sobrina en “El silencio del mar”, aquí tiene largos parlamentos y es acompañada por Edouard Dhermitte, en el papel de su hermano Paul. Una tragedia moderna, con música de Bach y Vivaldi. Entre las películas menos significativas dentro de su filmografía, se encuentran “Quand tu liras cette lettre” (1953), con la cantante y musa de los existencialistas Juliete Gréco, y “Dos hombres en Manhattan” (1959), filmada en Nueva York, siempre de noche, y con el propio Jean-Pierre Melville como actor principal junto a Pierre Grasset. Una historia inconsistente sobre los valores éticos del periodismo, con un Melville poco convincente como actor y una musicalización que estorba.

Jean-Paul Belmondo, al igual que Alain Delon, fue protagonista en tres filmes dirigidos por Melville. Lino Ventura fue otro de los más convocados con dos intervenciones en los roles principales. Belmondo lo hizo en forma consecutiva: “Un cura” (1961), “Morir matando” (1962), y “Un joven Honorable” (1963), conocida también como “El guardaespaldas”, argumento basado en una novela de Georges Simenon. Poco antes de interpretar al cura León Morin, bajo la dirección de Melville, Belmondo se había consagrado en “Sin aliento” (1960) la revolucionaria película de Godard y “A todo riesgo”(1960), un muy buen policial de C laude Sautet, basado en una novela de José Giovanni, y donde su coprotagonista era Lino Ventura. La actividad de Belmondo en esos años fue sumamente activa, en 1960 trabajó en ocho filmes y siete al año siguiente.

“El ejército de las sombras”(1969). Es otro de los títulos importantes de Melville, fuera de su cine negro. La historia surge de una adaptación del libro de Joseph Kessel sobre la resistencia francesa, y su experiencia personal en esos tiempos. Esta película le costó a Melville el repudio de la izquierda francesa, por la glorificación que hace del general Charles de Gaulle. Tengamos en cuenta que es posterior a los sucesos del Mayo Francés del 68, la suya fue una conversión como la de André Malraux, ambos provenían de la izquierda, y uno de los grandes amigos de Melville era Jean-Paul Sartre. Como ya señaláramos sobre los buenos comienzos de las películas de Melville, en esta vemos el imponente Arco de Triunfo, y el sonar de redobles de tambores que se van acercando, y en plano general hace su entrada el ejército alemán, corre el año 1942, a la distancia, un oficial montado en un caballo blanco, que se hace notorio entre los opacos uniformes. Lino Ventura interpreta a Philippe Gerbier, Simone Signoret a Mathilde y Paul Meurisse al jefe de la resistencia Luc Jardie, papel inspirado en la historia del filósofo y matemático francés Jean Cavailles, torturado y fusilado por los alemanes.

Jean-Pierre Melville, el director de los westerns urbanos, de las calles iluminadas pero desiertas, de nightclubes repletos de cristales, de bailarinas y música de jazz, de espejos y sombreros, de policías y ladrones, buscó en su obra concebir una tragedia moderna, donde no hay forma de evitar el destino.

Artículo de Jorge Luis Scherer-periodista,profesor de literatura y cine- para Ultracine.

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