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“Blade runner”: Un unicornio en la noche perpetua

Por Jorge Luis Scherer.

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Solamente un gran escritor de ciencia-ficción, un mayúsculo delirante, que tenía visiones, y tomaba anfetaminas como si fueran aspirinas, era capaz de escribir en una carta personal: “lo que me asusta, es que a menudo puedo recordar el futuro”. Además, Philip K. Dick solía tener la visita de una voz que se le metía en los sueños, y -aunque resulte curioso-, Dick no escapaba en sus historias de las posibles realidades. Su mejor y más famosa novela -“El hombre en el castillo” (1963)- era una ucronía (historia alternativa) donde Alemania y Hitler resultaban los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y disponían del mundo. Cinco años después, publicaba “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, una novela futurista situada en la ciudad de San Francisco en 1992. Las últimas ediciones del libro se atrevieron a modificar ese año, porque a los ojos de los editores nada de eso pasó en 1992. Siempre se piensa que las catástrofes humanas no están sucediendo, que son posibles desgracias para las próximas generaciones. Y se olvidan que el planeta es un inmenso basurero, donde migran millones de personas hambrientas porque sus tierras fueron arrasadas, donde las naciones poderosas son indiferentes, y donde existen seres humanos que dependen de medios artificiales para experimentar sentimientos.

Hace apenas tres décadas, cuando transcurríamos el año 1984, hubo quienes desacreditaron las predicciones de George Orwell en su novela “1984”, cuya primera edición fue en 1949. ¿Acaso es inverosímil ese Gran Hermano visto por Orwell, que vigila los movimientos de todos los individuos? Philip K. Dick murió en 1982, pocos meses antes del estreno de “Blade Runner”, la película dirigida por el británico Ridley Scott, que era una adaptación de su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Sin embargo, cuando la película estaba en la etapa final de filmación, Scott invitó a Dick para que vea 10 minutos que había seleccionado, con los efectos sonoros y la portentosa música de Vangelis. “No puedo creer que esto sea posible – dijo Philip K. Dick- es como si ustedes hubieran cableado mi cerebro, esto es lo que yo veía mientras escribía la historia”. Fascinado, Dick pidió ver nuevamente ese tráiler y a partir de ese momento nació una gran amistad con Scott, que fue corta, pero el realizador supo hacerla trascender al dedicar la película a su memoria.

Ridley Scott y sus guionistas pensaron que faltaba apenas una década para el pronóstico de Philip K. Dick. 1992 estaba demasiado cercano y se jugaron por trasladar la historia al año 2019. Y en esta versión distópica, la ciudad tendría que ser Los Angeles. El personaje principal es Richard Deckard (Harrison Ford), un policía rebelde, inactivo, pero vuelto a llamar para que retire (mate) a los replicantes esclavos que se están fugando de las colonias. Los replicantes de “Blade Runner” son los androides que el escritor describe en su novela. Estos productos de la ingeniería genética, especialmente los Nexus -6, tienen un alto grado de sofisticación, se le implantan recuerdos y tienen una base emocional, y muchas veces son más humanos que los humanos. En 1991, Warner Bros. lanzó al mercado “Blade Runner: Director´s Cut “, la versión final del director, y allí encontramos que el implacable cazador de replicantes Richard Deckard, dormita sobre un piano con su cubierta repleta de fotografías antiguas en blanco y negro, y tiene una visión donde se le aparece un unicornio. Sobre el final, el policía Gaff (Edward James Olmos), va a dejarle a su alcance un origami, una figura de papel hecha con sus propias manos, con la forma de ese animal mitológico de un cuerno en la frente. ¿Cómo Gaff podía conocer los sueños de Deckard? Fue entonces cuando el espectador se convenció de sus primeras sospechas que se remitían a la versión original de 1982, cuando Gaff le dice a Deckard: “¿Estás seguro que son un hombre? Es difícil ahora saber realmente quién es quién”.

En 1992, en la revista Details Magazine, Harrison Ford y Ridley Scott, rompieron el silencio y aseguraron que Richard Deckard es un replicante, un hombre que sueña con unicornios. Con esas declaraciones, se había puesto un punto final a una controversia de vieja data.

Film Noir y Ciberpunk

Los Ángeles 2019.

Los Ángeles 2019.

«Un día el hombre abandonará la Tierra”, escribió Charles-Noel Martin, un físico nuclear, colaborador de Marie Curie, y apasionado por Julio Verne hasta el final de sus días. En “Blade Runner”, emigrar a las colonias, especialmente la de Marte, tiene el propósito de preservar la raza humana, ya que la Tierra está en plena descomposición. En 2019, Los Angeles es una ciudad superpoblada, es como Tokio. Constantemente cae una lluvia ácida, tal vez remanentes de explosiones nucleares, y la niebla se confunde con los vapores de las cocinas callejeras. Los carteles con luces de neón publicitan una vida segura y plácida en las colonias, mientras en las populosas calles el gentío atropella las pilas de basura acumulada. Las grandes corporaciones multinacionales son las que gobiernan y Tyrell Corporation es una de las más poderosas. Su desarrollo en ingeniería genética le permitió fabricar replicantes de composición biológica con la más alta tecnología. Pero estos androides son declarados ilegales en la Tierra, sus deberes están en servir como esclavos a los humanos en las colonias. Regresar al planeta es un acto de rebelión que deben pagar con la muerte, con el retiro.

En los años 80 empezó a difundirse el término Ciberpunk, como un subgénero de la ciencia-ficción, donde en una historia conviven la más alta tecnología con la decadencia urbana, la pobreza, los contextos opresivos, migraciones, edificios abandonados y la miseria humana. “Blade Runner” es un filme ciberpunk, pero ha recibido su mayor influencia del cine negro. Hay secuencias que remiten al estilo de varios policiales del film noir de los años 40 y 50 en el cine norteamericano, pero también está presente “Metrópolis” (1926), esa maravilla del expresionismo alemán, cuando las naves espaciales surcan la ciudad como si fueran automóviles en una autopista. El diseñador principal en “Blade Runner” fue Syd Mead, un hombre que antes de incorporarse al cine trabajaba como diseñador industrial para una importante empresa automotriz. Naves y vehículos terrestres del futuro se convirtieron en su especialidad. “Star Trek, la película” (1978), “Aliens” (1985) y “Tron” contaron con sus trabajos más logrados.

Película de Culto

Sean Young.

Sean Young.

Cómo una película se convierte de culto es un misterio dentro de otro misterio. Cuando “Blade Runner” se estrenó en 1290 salas de Estados Unidos en junio de 1982, las críticas no fueron buenas y mucho menos la recaudación. Así como el emblemático crítico Roger Ebert, que para el estreno dijo: “es un logro visual, pero un fracaso como historia”. Confesó años después haberse equivocado al dar esa mala opinión. Otros críticos también lo hicieron. Ridley Scott argumentó que “estar adelantado a la época, a veces es tan malo como estar atrasado”. Pero la película fue ganando ese lugar de culto gracias a los cinéfilos, que apreciaron una estética original y una sorprendente dirección de arte, además de los temas comprometidos y polémicos que se desprenden de la historia, como la guerra nuclear, la insensibilidad de las sociedades, y cuáles deberían ser los límites de la ingeniería genética, entre otros. Que el director de “Blade Runner” haya sido el realizador de “Alien, el 8° pasajero” (1979), otro gran trabajo en la dirección de arte, y que la estrella del filme, Harrison Ford, fuera el personaje de Han Solo de “La Guerra de las Galaxias”(1977) y “El Imperio Contraataca” (1980) y el profesor Indy de “En Busca del Arca Perdida” (1981), fueron también argumentos portentosos que beneficiaron a “Blade Runner”, por ser también aquellas películas consideradas de culto.

De “Día Peligroso” a “Blade Runner”

CALLE- DIRECCIoN DE ARTECuando le acercaron a Ridley Scott el guión de “Dangerous Day”, escrito por Hampton Fancher, encontró algunas cosas interesantes pero igualmente lo rechazó. Su cabeza estaba puesta en otro proyecto: dirigir “Duna”, el filme que años después se estrenaría con la dirección de David Lynch. Como “Duna” no fue posible, releyó “Dangerous Day”, y probó hacer cambios estructurales con el guionista David Peoples. Como la película era futurista, urbana y esencialmente negra, los productores y el guionista original habían pensado que era un papel para un actor clásico del cine negro, y la idea recayó en Robert Mitchum. Luego se pensó en Dustin Hoffman y Scott tuvo varias reuniones con el actor, incluso los primeros storyboards tienen su imagen. La siguiente entrevista fue con Harrison Ford, quien después de pocas pruebas de cámara fue admitido de inmediato. El que no necesitó pruebas fue Rutger Hauer, su presencia daba justo para el rol del replicante Batty. Sean Young, sin experiencia en el cine, fue la otra importante incorporación.

Pero Ridley Scott no estaba convencido con el título. Leyendo una narración del autor Edgar Rice Burroughs, encontró el término blade runner, y lo incorporó como título. “Blade Runner” sonaba fuerte y así se iban a llamar los cazadores de replicantes.

Puro cine a la antigua

Edificio Bradbury.

Edificio Bradbury.

“Blade Runner” no tiene imágenes generadas por computadoras y estaba muy lejos del mundo digital. Es puro cine a la antigua. Ridley Scott sabía que el protagonista más importante de la película tenía que ser la ciudad y su ambiente opresivo, y la estrella para conseguirlo: el equipo que formaría para la dirección de arte. Scott apostó fuerte, ante un presupuesto bastante limitado y se jugó en armar sets en exteriores. Tenía que buscar las locaciones adecuadas para poder filmar siempre de noche, y más de 400 obreros, carpinteros, pintores, electricistas y de los más diversos oficios, trabajaron durante semanas para construir esa ciudad caótica del futuro. El horario de la jornada de trabajo se fijó de las seis de la tarde a las seis de la mañana. En esa ciudad de Los Angeles de 2019 no entra la luz del sol, y llueve sin parar, las calles están saturadas de carteles con luces de neón, y la gente come en las calles, donde abunda la iconografía oriental y miles de personas, la mayoría asiáticos, caminan sin detenerse.

Uno de los escenarios principales fue el famoso edificio Bradbury, ubicado en el centro de L.A. Bradbury. Fue construido en 1893, pero con un diseño futurista porque se tuvo como guía la novela “Looking Backward 2000-1887” publicada a fines del siglo XIX por su autor, Edward Bellamy. Diversas partes del edificio sirvieron para escenas de varias películas, entre ellas “Chinatow” (1974) y “El artista” (2011). En “Blade Runner” se utilizó el exterior del edificio, el ascensor, las escaleras con decorados de hierro labrado, la terraza y lo que sería el departamento de J.F. Sebastian, el personaje que además de trabajar en genética para replicantes, fabricaba juguetes biológicos. También se construyó un set en la Union Station, donde funcionaba el cuartel policial.

Ridley tenía el control de todo el departamento de arte y Larry Paull, el de diseño de producción. Syd Mead, a quien mencionamos anteriormente, había sido contratado únicamente para el diseño de vehículos, pero la sorpresa la daba cuando presentaba sus trabajos. Claro, Syd decía “Nunca dibujé un objeto aislado en una hoja de papel”, entonces Ripley se encontraba no sólo con lo pedido, sino con todo el contexto, calles, edificios, iluminación. Por lo tanto, Syd pasó a ser un elemento imprescindible en la técnica de matte painting, modificando locaciones, alterando la apariencia de edificios, calles, etc., y el presupuesto comenzó a resentirse. Syd era el profesional técnico que más cobraba.

Otro de los trabajos extraordinarios de arte hechos para “Blade Runner” fue la creación de miniaturas de la ciudad. El principal edificio, la pirámide Tyrell, la fábrica de replicantes, tenía 2,5 metros de base por casi 1 metro de altura. Cuando las naves sobrevuelan la ciudad, sobresale la iluminación de las ventanas, los carteles con luces de neón, las pantallas con imágenes, incluso aparece un cartel iluminado de Coca Cola, y a lo lejos uno de Pan Am, la compañía aérea desaparecida hace unos cuantos años. En “2001: Odisea del Espacio”, también hay presencia de Pan Am. Evidentemente, hay futuros que no se pueden pronosticar.

Para la recreación del claustrofóbico departamento de Deckart, tomaron la idea después de visitar la casa Ennis Brown, construida en 1924 por Frank Lloyd Wright. Hacer el departamento demandó 175 mil dólares, que para la época era demasiada plata para una locación de pocos metros cuadrados. Los financistas del proyecto intentaron varias veces separar a Ridley Scott de la dirección, pero lo único que consiguieron fue una reducción en la utilización de efectos especiales. De cualquier manera, estos no llegaban a ser ni una tercera parte de los utilizados para “La Guerra de las Galaxias” o “Encuentros cercanos del tercer tipo”.

Momentos que se perderán como lágrimas en la lluvia

Rutger Hauer.

Rutger Hauer.

Cuando se obtuvo la primera copia de “Blade Runner”, la duración era de cuatro horas. Los productores, financistas, y el público invitado a la primera exhibición de prueba, dijeron que no la entendían y que faltaba emoción. En principio se decidió cortar algunas escenas. “Es terrible- dice Ridley Scott- que lo primero que se corta cuando una película es larga, sean las sutilezas, como en este caso la escena del unicornio”. Se volvió a exhibir para grupos, y otra vez seguían sin entenderla, pero se sumaba el agregado de que el final era muy sombrío y angustiante. Scott lo quería así, un filme filosófico y de oscuridad existencial. Pero la decisión fue otra y Scott fue separado. Los capitalistas del producto creyeron que lo mejor era que Harrison Ford grabara un audio para un par de secuencias bajo la técnica del voice-over, de esta manera explicaría algunas acciones y la gente podría entender mucho más. La otra cuestión para resolver era el final: tenía que ser feliz. Por entonces, el presidente Reagan hablaba de un futuro de felicidad, y el público quería ver filmes como E.T. de Spielberg, estrenado ese mismo año.

La lucha entre Deckard y el replicante Batty, en las terrazas del edificio Bradbury, se da en una de las últimas tres secuencias. Batty, triunfador, le perdona la vida a Deckard, un perdón que engrandece su figura, dado que minutos antes el blade runner había matado a balazos a Pris (Daryl Hannah), la androide amante de Batty. Pero el replicante siente que se está muriendo, no está herido ni enfermo: está cumpliendo el ciclo de los cuatro años, fueron fabricados para esa vida corta. Pero Batty ama la vida, aprendió a quererla. Deckard tirado en el piso observa como su contrincante tiene en sus manos una paloma blanca, y hunde sus dedos en el plumaje para sentir el calor de la vida. Mira a Deckard y le dice: “Es un martirio vivir con miedo, así es la esclavitud”. El final está cerca, es hora de morir, pero vuelve a hablar: “He visto cosas que los humanos no creerían. Esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Cuando la paloma siente que las manos se abren, vuela hacia las alturas, y el cielo parece más límpido. En la versión de Ridley Scott, no había nada que agregar, la mirada de Deckard lo decía todo, pero los que deciden con los dólares, incluyeron en voice-over el pensamiento del asombrado cazador preguntándose : “No sé porqué me salvó la vida…” y muestra un sentimiento de compasión por esos seres que ha perseguido sin respiro.

La penúltima secuencia en la versión original es la última con el corte final del director. Deckard regresa a su departamento en busca de su amada Rachael (Sean Young) y tratan de huir antes que llegué Gaff. En el pasillo Deckard, encuentra un unicornio de papel, como los que arma Gaff. Así, incierta, sin aparente resolución termina el filme según Ridley Scott. En la versión original se incluye otra escena, un agregado. Deckard y Rachael viajan en el auto, hay sol y un paisaje de campo, y nuevamente aparece la voz de Deckard: “Gaff estuvo allí y le perdonó la vida a Rachael. Seguramente pensó que no iba a vivir más de cuatro años, él nunca supo que Tyrell la fabricó para que sea una replicante especial”. Y luego, la música de Vangelis con todo su poderío para el The End.

Por suerte, Ridley Scott tuvo su oportunidad, y no hay que afligirse si el espectador no se va con una sonrisa.

Artículo de Jorge Luis Scherer-periodista,profesor de literatura y cine- para Ultracine.

 

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